Tobit 5
Tobías viaja al país de Media
1. Tobías me contestó: —Padre mío, haré todo lo que me pides.
2. Pero dime, ¿cómo hago para que Gabael me entregue la plata, si él no me conoce ni yo a él? ¿Qué señal le puedo dar para que me crea y me entregue la plata? ¡Ni siquiera sé cómo llegar a ese país!
3. Yo le dije: —Gabael y yo firmamos un documento, lo partimos en dos y cada uno guardó una parte. Yo puse mi parte junto con la plata. ¡Hace ya veinte años que la dejé guardada! Ahora, hijo mío, busca a un hombre de confianza que vaya contigo para recuperar esa plata. Dile que le pagaremos por cada día que dure el viaje.
El ángel Rafael acompaña a Tobías
4. Tobías fue a buscar a alguien que conociera bien el camino y lo llevara al país de Media. Cuando salió, se encontró con el ángel Rafael, pero Tobías no sabía que era un ángel de Dios.
5. Entonces, Tobías le preguntó: —Joven, ¿de dónde eres? Y el ángel le respondió: —Soy israelita, al igual que tú, y estoy buscando trabajo. Tobías le preguntó: —¿Sabes cómo llegar al país de Media?
6. —¡Por supuesto! —contestó el ángel—. Conozco bien todos esos caminos. He ido muchas veces, y me he quedado en la casa de Gabael, un israelita que vive en Ragues, ciudad de ese país. El viaje de Ecbatana a Ragues se hace en dos días, si es que no se encuentran dificultades en el camino. Esas dos ciudades están en las montañas.
7. Entonces Tobías le dijo: —Joven, necesito que me lleves allá. Te pagaré lo que me pidas; sólo déjame ir a decírselo a mi padre.
8. —Está bien, —respondió el ángel—. Aquí te espero, pero no tardes.
9. Tobías vino y me dijo: —Ya encontré a alguien que me acompañe, y además es israelita. —Dile que venga —le dije yo—. Quiero saber a qué tribu y a qué familia pertenece, para ver si podemos confiar en él.
10. Tobías fue a llamarlo, y le dijo: —Joven, mi padre quiere conocerte. Cuando el ángel entró en la casa, lo saludé primero, y él me contestó: —¡Qué tengas paz y salud! Pero yo le contesté: —¡Qué paz ni qué salud! Estoy tan ciego que ni siquiera puedo ver la luz del sol. Escucho a la gente, pero no la puedo ver. Vivo en la oscuridad. ¡Estoy muerto en vida! —¡No se desespere! —me dijo el ángel Rafael—. Dios lo sanará pronto. ¡Tenga confianza! Yo le dije: —Mi hijo Tobías quiere ir hasta el país de Media, ¿podrías acompañarlo y servirle de guía? Yo te pagaré por tus servicios. —Claro que sí —me respondió—. He ido muchas veces a ese país, y he recorrido sus cerros y valles; conozco bien esos caminos.
11. Entonces le pregunté: —Dime una cosa, amigo, ¿de qué tribu y de qué familia eres?
12. Y el ángel me contestó: —¿Para qué quieres saber de qué tribu soy? Le respondí: —Para mí es muy importante saber quién eres y cómo te llamas.
13. —Me llamo Azarías —me contestó—, y soy hijo del famoso Ananías, que también es israelita.
14. Entonces le dije: —¡Bienvenido! No te enojes por las preguntas que te hice, porque ahora resulta que tú eres nuestro pariente. Perteneces a una muy buena familia. »Conozco muy bien a Ananías y a Natán, los hijos del famoso Semelías. Acostumbrábamos ir juntos a Jerusalén para adorar, y sé que se han mantenido fieles a Dios. Son muy buena gente. ¡Sin duda perteneces a una muy buena familia!